Día de muertos en Santa Rosa Xochiac.
Ritualidad en los llamados pueblo originarios
Alba Patricia Hernández Soc
ENAH/CEICUM
Febrero 2013
Introducción
La ciudad de México es una de las ciudades más pobladas
del mundo, con 20 millones de habitantes. En esta macro región se entretejen procesos
históricos y culturales, que se dan desde la migración externa e interna que
también está acompañada por pueblos que desde siempre han habitado estas
tierras, todo ello crea un cuerpo poco uniforme y muy complejo de enunciar.
Dentro
de esta gran ciudad, existen pueblos con una rica tradición, los cuales se
hacen llamar a sí mismos “pueblo originarios”, como un sinónimo de que sus
padres y abuelos siempre han vivido en esa misma región, ¿desde cuándo? Quizás,
como dicen algunos de los habitantes de Santa Rosa Xochiac, “mucho antes de la llegada de los españoles”, hecho que nos refiere a un principio de identidad.
Estos
pueblos originarios se encuentran en su mayoría en la zona sur del Distrito
Federal y mantienen un sistema de cargos tanto religiosos como políticos que
asegura la organización interna que dista de aquella implantada por la
delegación política o de la iglesia católica. Se crean relaciones de
reciprocidad con otros pueblos cercanos o bien lejanos que aseguran la
continuidad de las llamadas correspondencias, realizan bailes o danzas a
diversos santos católicos, o suben a los cerros en épocas especificas como el 3
de mayo, también cuidan de sus montes comunales o de su panteón, donde la
presencia de los muertos es indispensable para asegurar la continuidad de las
relaciones entre los habitantes del más acá con los del más allá.
A
continuación presentaremos el trabajo en dos apartados, el primero trata a
groso modo sobre la historia del pueblo de Santa Rosa Xochiac con lo cual se
pretende señalar la relación que he tenido con la ciudad. En el segundo apartado
nos centraremos en mostrar los datos etnográficos sobre el día de muertos en
Santa Rosa Xochiac, conocido como la primera cera, hecho que nos habla de aspectos centrales de la cultura de los
pueblos mesoamericanos, finalmente presentamos las conclusiones.
I-
Santa Rosa Xochiac, breve
acercamiento
Santa Rosa Xochiac se sitúa entre los kilómetros 26 al
31 de la carretera al Desierto de los Leones, en el suroeste del Distrito
Federal, dentro de la delegación política Álvaro Obregón. Limita hacia el sur
con el pueblo de San Bartolo Ameyalco, al poniente con el Parque Nacional del
Desierto de los Leones y al norte con el pueblo de San Mateo Tlaltenango, éste
último perteneciente a la delegación Cuajimalpa. Originalmente tuvo
el nombre de Santa María “Cuautenco que en idioma mexicano quiere decir en el
borde del bosque (de los vocablos cuatli_bosque, Tentli=labio oborde y Co=
particula que indica lugar”)[1],
posteriormente se llamó Santa Rosa Xochiac – Xochiac que significa lugar de
flores‑, este nombre se tomó en honor a Santa Rosa de Lima.
No
se tienen antecedentes concretos sobre la fundación de Santa Rosa, sin embargo “lo
que sí se sabe es que la fundación de Santa Rosa Xochiac, se dio como resultado
de un desprendimiento del vecino poblado de San Bartolo Ameyalco. Esta
fraternidad entre ambos poblados se reconoce en diversos documentos, como el
que consta del 25 de septiembre de 1758, en donde es Escribano Real y de
Cabildo don Ignacio de Godoy”.[2]
Otro dato sobre la fundación de Santa Rosa menciona que los pobladores
provenían San Bartolo que a su vez llegaron de Azcapotzalco, quienes venían a
estas tierras para pescar y cazar. Al ver la belleza del lugar decidieron
asentarse ahí, primero lo hicieron en lo que hoy es San Bartolo Ameyalco,
después poblaron Santa Rosa Xochiac. “En 1704 el corregidor de la villa de
Coyoacán, don Andrés Tovar, expide un nombramiento por el cual don Santiago
Galicia, ‘que es indio y cacique municipal’. Nombrando alguacil mayor de la
parcialidad de Cuahutenco y, demás, como es sujeto de San Bartolo, le concede
al pueblo de Santa Rosa la licencia para poder construir una iglesia, en donde
se pondría un alguacil mayor y un alcalde ordinario con sus regidores y
alguaciles mayores”[3].
Esto parece ser el evento central para los pobladores; con la construcción de
su iglesia se colocó la imagen de la Virgen María, donde la localidad adoptó el
nombre de Santa María Cuahutenco. En ese mismo año se da la separación oficial
entre los pueblos de Santa Rosa y San Bartolo, siendo la calle, que hoy se
conoce como Las Granjas el límite
geográfico.
Las
familias de Santa Rosa se dedicaban a la agricultura, los principales productos
eran el maíz, fríjol y habas, otra actividad también era el pastoreo de ganado.
Para completar el ingreso económico los hombres se dedicaban al corte de madera
de los bosques en la parte alta, para llegar a estos lugares se trasladaban
entre los montes a pie. Cuenta el señor Juan Suaréz, vecino del lugar, que en
el año de 1930 el “pueblo se conformaba por gente que vendía leña y tierra
negra. Su medio de transporte y de carga eran los burros donde colocaban los
costales de tierra y la vendían en Mixcoac, San Pedro de los Pinos, por la
colonia del Valle o por el panteón francés. Cuando se vendía bien, se deba a 20
centavos el ciento de leña y cuando no era buena la venta se dejaba en 16
centavos, se amarraban los bultos de 400 u 800 palitos, de regreso al hogar se
pasaba a comprar fríjol, azúcar, sardinas y piloncillo”.
Para
la década de los 70s algunos jóvenes ingresaron a la universidad, contando para
esa época con 18 profesores de primaria, 5 de secundaria, 3 contadores púbicos,
2 ingenieros civiles y 1 licenciado en economía, 1 de derecho, 1 ingeniero
agrónomo, 1 ingeniero mecánico electricista y 1 físico matemático. También algunas
familias compraron más tierras al hacendado Luís Vásquez Vásquez para la
siembra en general y de magueyes que servía para la producción del pulque que
se vendía a los obreros de San Ángel.
En
cuanto a la organización interna, existen las siguientes autoridades: el
comisario ejidal que encabeza el comité directivo y vela por los intereses de
los 27 ejidatarios, una comisión de bienes comunales que tiene un presidente,
secretario, tesorero que supervisa y vigila la propiedad comunal, un comité
vecinal y un comité encargado de la organización religiosa.
En lo
que refiere a la organización religiosa, el poblado celebra a lo largo del año
fiestas familiares pero también comunitarias en donde la donación de cuotas es
esencial. Las personas de la comunidad que van aportando de manera económica o
voluntaria van ganándose el derecho a poder solicitar ayuda cuando la necesiten
por ejemplo cuando hay un familiar fallecido, éste tendrá derecho a ser
enterrado en la comunidad siempre y cuando haya participado con sus
contribuciones, hecho que se demuestra con los recibos que se han juntado
durante años y con el apoyo de la comunidad que lo reconoce como miembro activo.
II. Día
de muertos en Santa Rosa Xochiac: Primera cera
En Santa
Rosa Xochiac se le conoce como la primera
cera. Los preparativos inician a partir del 31 de octubre cuando las
familias realizan el altar para sus fallecidos. En el período de noviembre de
2011 a octubre del 2012, en el poblado hubieron 48 muertos a quienes se les
llevó su primer cera o veladora. El Sr. Felipe J. Hernández Flores realiza año
con año una lista para las visitas y con ello planea su recorrido en el
poblado. En cada altar se colocan las pertenencias o utensilios de trabajo del
fallecido, sus fotos, alimentos preferidos, entre ellos panes, frutas y también
se realizan caminos con flor de cempasúchil para que no se pierdan de regreso a
la casa.
Cuando una persona llega a ofrecer
su cera se coloca frente al altar, se persigna y después prende la vela. La
familia en agradecimiento ofrece algún alimento, lo hay desde el sándwich hasta
las elaboradas carnitas de cerdo, mole etc, esto varía de acuerdo a las
posibilidades de cada familia. Pero también los fallecidos que llevan algunos
años más, se les visita aunque esta disminuye porque hay que ir a los de la primera cera. Conforme avanza la noche
se puede ver en las veredas, caminos y avenidas del poblado, gente visitando a
todos aquellos que durante el año han partido de este mundo.
Dentro de los altares hay historias,
por ejemplo se colocan las fotos de los anteriores muertos junto al reciente,
también en algunos hogares se pone quién era la persona recién fallecida, por
ejemplo el del Sr. Roberto, “Don Mochilas” que era un señor conocido en el
pueblo por sus deliciosas carnitas al estilo Michoacán. Pero ¿quién era este
señor?, entonces se lee que:
“De
Tarimoro llegó un día, dejando su tierra que tanto quería. Ya con críos venía,
en el espinazo los traía; la Jitomata, el Pelón y la Jetona y cargando a
“Carmen” de la mano traía.
Al tanque
primero y otras crías vinieron; Juana, Nacha y la negra también al mundo
trajeron, cómo olvidar a Samuel y a Leo, ya en el ojo de agua, no la dejaba ni
orear, y al Moco y a la Chata volvieron
a encargar.
Están de
zanganos! Decía, cuando en la fábrica venía y caldo en la fonda ya quería, pa su caldo su carne traía y sus
mocosos sus bigotes se lamían.
Que sazón
tenía y que ricas carnitas hacía, ni se diga el pulque, porque todos querían.
De aquí para allá con su cazo iba, también las milpas recorría… sembrando y
cosechando costumbres y familia.
[…] esta
noche vendrá y juntos nos verá , un manjar encontrará y a Carmen dirá: Ya
llegué Carmen, no seas tija, traime a toda la familia, que ya estoy como yo
quería”
En
este breve escrito podemos ver algunos elementos sobre las migraciones que vive
la ciudad de México desde hace tiempo. Don Mochilas provenía de un pueblo de
Michoacán, y trabajó en las fábricas, posiblemente lo hizo en Loreto y peña
Pobre, en San Ángel.
En la última parte, donde se nos
habla de que es así como él quería estar, es asumir a la muerte en un estado
familiar, alejado de esta muerte donde todo lo extermina, en palabras del Dr.
Ramiro Gómez “Es otra cosmovisión, donde las realidades
de este y el otro mundo parecen resumirse en este único mundo con
potencialidades diferentes (las almas pueden cosas que los vivos no).
Definitivamente es una concepción del cosmos donde los ámbitos de lo divino, la
naturaleza, los humanos –vivos y muertos- interactúan en un constante
intercambio de bienes y relaciones a imagen y semejanza de las redes de
solidaridad y organización
social que viven estos grupos culturales”[4].
Para proseguir con la celebración
del día de muertos, al día siguiente se asiste al panteón para enflorarlo, desde temprano se llega con
flores, algunos otros llevan mariachis mientras limpian el lugar. El panteón de
Santa Rosa no tiene espacios familiares privados, sino que los muertos se van
colocando uno junto al otro sin importar si es hombre o mujer, sólo existe
distinción para los niños que tienen un lugar especial. Entonces al momento de
morir, se tienen que enseñar todos los recibos que por años se han ido
guardando para demostrar a los diversos comités que la persona estuvo apoyando
al pueblo, ya sea en festividades o en faenas, de no cumplir con esto los
familiares tendrán que buscar otro sitio para el difunto. Quienes más se quejan
son los “avecindados” que es la gente no “originaria” del lugar y se ha tenido
que acoplar a las costumbres de Santa Rosa, otros sin embargo opinan que es
justo ya que quien coopera tiene derecho a recibir la ayuda del pueblo.
Hasta este día se puede continuar
con las visitas de la primera cera a
algunas de las casas que hicieron falta, pero ya son pocas y de preferencia se
hace por la mañana. Una vez terminado el 2 de noviembre se comienza con el
registro de los fallecidos del poblado, todos aquellos que del 3 de noviembre
al 30 de octubre fallezcan recibirán su primera cera y se les hará gran
algarabía en su regreso, pero si alguien quiere visitar a los difuntos de las
ceras más antiguas, será bienvenido porque no importa cuántos años atrás haya
partido, en Santa Rosa Xochiac las ceras son el vinculo para la unión entre los
vivos y los muertos.
A manera de conclusión
La
celebración del día de muertos en Mesoamérica “funciona en la práctica sobre un
juego de memorias cruzadas. La cesación de la memoria significa la relación de
la cesación de la relación: [por lo tanto] el olvido rompe el vínculo entre los
dos mundos” [5].
Respecto a la esta cita de Signorini, señalamos que para Santa Rosa Xochiac
olvidar a sus muertos significa romper con su memoria colectiva. Así como el
Sr. Hernández Romo que año con año realiza su lista, en donde recrea quién era
el fallecido, una maestra, un carnicero, un alumno de la universidad, un
empleado de la delegación, un jardinero, entre muchas más actividades, al
reconocer quién es el fallecido se le vincula a la familia de donde procede y
sí éste es “conocido o no”, ya que como menciona el Sr. Hernández Romo, “los
que nunca participan en el pueblo no se sabe ni donde viven”.
Esta primera cera es el elemento que
une al poblado, a lo largo del día se preparan los familiares que recibirán las
visitas y los visitantes con anticipación compran las veladoras que ofrecerán a
las familias y al difunto en el altar.
Estos lazos de reciprocidad se hacen
ver cuando en algunos hogares la cantidad de gente es impresionante y las velas
se agolpan. Una persona con muchas ceras es alguien que ayudó al pueblo, que
tuvo amigos, quien se mantuvo dentro de las relaciones sociales que la
comunidad realiza ya sea en celebraciones de tipo familiar o en las fiestas del
pueblo, como lo son las fiestas mayores: el 24 de diciembre cuando la comunidad
baja árboles de sus montes ejidales o en el de la santa patrona que es el 30 de
agosto.
La bienvenida a los muertos “se
convierten en expresiones de reverencia colectiva hacia todos los muertos, no
sólo los propios, y en consecuencia implícitamente contribuyen a sostener el
orden moral en que la sociedad confía”[6].
De tal manera que Santa Rosa Xochiac, como muchos otros pueblos de la cuenca de
México, participan de la vida citadina y al mismo tiempo siguen entretejiendo
una lógica cultural que le permite continuar con sus relaciones de reciprocidad
entre el espacio de los vivos y los muertos.
Bibliografía
Gobierno
del Distrito Federal, Secretaria de desarrollo urbano y vivienda. Ciudad de
México. Propuesta de modificación de
límites entre las delegaciones Cuajimalpa de Morelos y Álvaro Obregón en la
sección que corresponde a los poblados rurales de Santa Rosa Xochiac y San
Mateo Tlaltenango. México, 1999.
Gómez Arzapalo Dorantes, Ramiro, ¡Vida, no te mueras! La
muerte en México a través de su artesanía festiva, Edisa, 2012.
Hernández
Castillo, Juan Carlos, Equipamiento
urbano: proyecto centro de salud en Santa Rosa Xochiac, Delegación Álvaro
Obregón, Facultad de Arquitectura, UNAM, México, 1992.
Rivera
Garza y Suárez et al, Fiestas
tradicionales y organización comunitaria en Santa Rosa Xochiac. Programa de
Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) Proyecto 83/1997,
México, 1998.
Signorini, Italo, El regreso de los difuntos en el mundo
indígena mesoamericano contemporáneo, en Baez Cubero L y Rodríguez Lazcano
C (coord.), Morir para vivir en
Mesoamérica, Consejo veracruzano de Arte Popular, INAH, 2008, México.
[1] Rivera Garza y
Suárez et al, Fiestas tradicionales y
organización comunitaria en Santa Rosa Xochiac. Programa de Apoyo a las
Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) Proyecto 83/1997, México, 1998,
P.3
[2] Gobierno del
Distrito Federal, Secretaria de desarrollo urbano y vivienda. Ciudad de México.
Propuesta de modificación de límites
entre las delegaciones Cuajimalpa de Morelos y Álvaro Obregón en la sección que
corresponde a los poblados rurales de Santa Rosa Xochiac y San Mateo
Tlaltenango. México, 1999, p.27.
[3] Hernández
Castillo, Juan Carlos, Equipamiento
urbano: proyecto centro de salud en Santa Rosa Xochiac, Delegación Álvaro
Obregón, Facultad de Arquitectura, UNAM, México, 1992, p.42.
[4] Gómez
Arzapalo Dorantes, Ramiro, ¡Vida, no te mueras! La muerte en México a través de su artesanía
festiva, Edisa, 2012.p. 53.
[5] Signorini, Italo, El regreso de los difuntos en el mundo
indígena mesoamericano contemporáneo, p.252, en Baez Cubero L y Rodríguez
Lazcano C (coord.), Morir para vivir en
Mesoamérica, Consejo veracruzano de Arte Popular, INAH, 2008, México.
[6] Ibid.,p.249.