La angustia de muerte en el escenario
analítico
Roberto
Vargas Arreola
Como analista, en pocas
ocasiones he escuchado que el tema de la muerte sea la luz que guíe un
tratamiento, es decir, que el contenido manifiesto del discurso aborde la
muerte como una forma de encubrir conflictos inconscientes. Esto puede obedecer
a que la muerte es una verdad psíquica que nos determina y el ser humano, en su
carácter equívoco elude confrontarse con lo definitivo de su ser. Pese a ello, la
idea de la muerte surge en sus fantasías, pensamientos, sueños, necesidades,
deseos y en toda manifestación del psiquismo humano, por lo cual su presencia
es ineludible y paradójicamente, mientras más se rehúye de ella más cerca se
encuentra.
La angustia es un
sentimiento vital, displacentero, difícil de describir, que se acompaña de
perturbaciones funcionales a nivel del sistema nervioso autónomo y que en
general se presenta como emoción, aunque se puede transformar en un estado
afectivo duradero. Angustia deriva del latín angustus, estrecho, angosto y es la vivencia de la sofocación
física y psíquica lo que lo caracteriza (Painceira, 1997).
En la psicosis, la angustia
de muerte se vuelve el contenido explícito de sus expresiones psíquicas, su
relación es llana e intrínseca. Las angustias de fraccionamiento del yo, de
destrucción de los contenidos psíquicos, se articulan para dar sentido al
delirio. Vivir o morir se disputa en batallas entre el yo y la pulsión, donde
el sujeto se piensa desde un lugar de no-ser donde la angustia primaria es la
auto-desaparición. ¿Cómo un ser humano
puede atentar contra su psiquismo y los indicios de su vida?
Gabriel tiene 28 años y es
derivado por su psiquiatra de cabecera. Se encuentra internado en la clínica
neuropsiquiátrica en la que trabajó a raíz del desencadenamiento de un brote
psicótico. Gabriel padece de alucinaciones visuales y auditivas que lo acosan
todo el tiempo. Entre todas las voces que escucha hay una injuria que se
diferencia del resto ¡Asesino! Sin abocarse a la descripción o interpretación
de la coyuntura desencadenante, un acontecimiento que marcó el estallido
subjetivo fue la muerte de un compañero de trabajo quien cumplía para el
paciente –según lo dicho- una función paterna. A partir de ahí comienzan a
aparecer fenómenos que lo atormentan. Sus perseguidores que quieren que pague
por el crimen cometido adquieren diferentes rostros: gente desconocida que se
cruza en la calle, vecinos y hasta sus propios familiares(Vetere, 2005).
Por otro lado, perder al ser
amado significa para algunos estados límite y narcisistasla muerte. El <<anaclítismo>>
entendido como la dependencia emocional con el objeto puede ser metaforizado en
el cordón umbilical que une al feto a la vida. Por tanto, si ese objeto se
pierde, si esa persona desaparece, falta el oxígeno para vivir y el sujeto se
sofoca hasta morir. Esto, traducido en el correlato emocional conlleva a una
angustia de pérdida de objeto, donde no hay formas de representar la pérdida dado
que el objeto cumple funciones narcisistas del yo.
Talina es una paciente de 32
años, en un inicio acude a terapia de pareja con Miguel, con quien lleva 1 año
de casados y 1 año más viviendo en unión libre. Es madre de 2 hijos, Max
producto de una relación anterior y Soy producto de la relación con Miguel.
Después de unos meses de tratamiento, la relación de pareja culmina, lo cual
trajo consecuencias diversas en la paciente. No acepta el hecho de una
separación, busca al objeto perdido –Miguel- con súplicas de un regreso, se
asume en lugar de víctima para generar compasión, promete cambios, reclama
también ante las negativas, es amenazante y chantajista, manipula información y
controla a Miguel para que vea a su hija. La separación le implica una muerte,
la pérdida del objeto está sustraída a la conciencia. Componentes del self, del
sentido de sí misma se pierden ante la partida de Miguel, se revive una herida
narcisista. ¿Cómo puede un sujeto
depositar en el otro la vitalidad y la fortalezade sí mismo?
El paciente neurótico
también se angustia ante la muerte, aunque para él esta experiencia subjetiva representa
la castración, la falta, el reconocimiento de la finitud, el duelo por la
omnipotencia. Cada segundo de vida es un segundo menos de vida, un paso hacia
la muerte. Por tanto, el análisis le devela el saber de su deseo: la noción de
que la vida es finita y hay que irrumpir en ella haciéndose cargo de lo que
desea.
La muerte para el psicoanálisisse
expresa en el retorno a lo inanimado, es una pulsión que insiste en expresarse.
Puede interpretarse que la pulsión se debe domar, se enuncia la expresión
<<control de impulsos>> como si la pulsión pudiera controlarse, civilizar
en el sentido de la pulsión sexual, pero esto en sentido estricto es imposible.
La muerte es la contracara de la vida y no se puede negar su coexistencia. La
vida y la muerte intiman y se imbrican todo el tiempo, son tejidos que se
superponen uno a otro y separarlos es romper el lazo que los une.
Podríamos entonces
preguntarnos qué hacer con lo pulsional y sus manifestaciones en la angustia.
El análisis plantea la vía para que cada analizante sea responsable de su
pulsión. La responsabilidad psíquica implica ser consciente de las
manifestaciones del inconsciente y lo pulsional, vivir con el saber que la
muerte otorga y aún con ello encontrar en la vida los lazos para construir, vincular,
amar y auto-sustentarse con respeto y dignidad en un sentido éticamente humano.
En lo personal, nociones similares debe perseguir el proceso del análisis:
Reconocer la naturaleza psíquica del hombre y devolverle su sentido de libertad
y responsabilidad.
REFERENCIAS
Painceira, A. (1997) Clínica psicoanalítica a partir de la obra
de Winnicott. Argentina: Lumen