miércoles, 6 de febrero de 2013

PONENCIA DE LA MTRA. ALBA PATRICIA HERNÁNDEZ SOC Mesa La Muerte en contextos culturales americanos de ascendencia indígena con una mirada antropológica


Día de muertos en Santa Rosa Xochiac.

Ritualidad en los llamados pueblo originarios

 

Alba Patricia Hernández Soc

ENAH/CEICUM

 

Febrero 2013

Introducción

La ciudad de México es una de las ciudades más pobladas del mundo, con 20 millones de habitantes. En esta macro región se entretejen procesos históricos y culturales, que se dan desde la migración externa e interna que también está acompañada por pueblos que desde siempre han habitado estas tierras, todo ello crea un cuerpo poco uniforme y muy complejo de enunciar.

            Dentro de esta gran ciudad, existen pueblos con una rica tradición, los cuales se hacen llamar a sí mismos “pueblo originarios”, como un sinónimo de que sus padres y abuelos siempre han vivido en esa misma región, ¿desde cuándo? Quizás, como dicen algunos de los habitantes de Santa Rosa Xochiac, “mucho antes de la llegada de los españoles”, hecho que nos refiere a un principio de identidad.

            Estos pueblos originarios se encuentran en su mayoría en la zona sur del Distrito Federal y mantienen un sistema de cargos tanto religiosos como políticos que asegura la organización interna que dista de aquella implantada por la delegación política o de la iglesia católica. Se crean relaciones de reciprocidad con otros pueblos cercanos o bien lejanos que aseguran la continuidad de las llamadas correspondencias, realizan bailes o danzas a diversos santos católicos, o suben a los cerros en épocas especificas como el 3 de mayo, también cuidan de sus montes comunales o de su panteón, donde la presencia de los muertos es indispensable para asegurar la continuidad de las relaciones entre los habitantes del más acá con los del más allá.

            A continuación presentaremos el trabajo en dos apartados, el primero trata a groso modo sobre la historia del pueblo de Santa Rosa Xochiac con lo cual se pretende señalar la relación que he tenido con la ciudad. En el segundo apartado nos centraremos en mostrar los datos etnográficos sobre el día de muertos en Santa Rosa Xochiac, conocido como la primera cera, hecho que nos habla de aspectos centrales de la cultura de los pueblos mesoamericanos, finalmente presentamos las conclusiones.

I-                   Santa Rosa Xochiac, breve acercamiento

Santa Rosa Xochiac se sitúa entre los kilómetros 26 al 31 de la carretera al Desierto de los Leones, en el suroeste del Distrito Federal, dentro de la delegación política Álvaro Obregón. Limita hacia el sur con el pueblo de San Bartolo Ameyalco, al poniente con el Parque Nacional del Desierto de los Leones y al norte con el pueblo de San Mateo Tlaltenango, éste último perteneciente a la delegación Cuajimalpa.            Originalmente tuvo el nombre de Santa María “Cuautenco que en idioma mexicano quiere decir en el borde del bosque (de los vocablos cuatli_bosque, Tentli=labio oborde y Co= particula que indica lugar”)[1], posteriormente se llamó Santa Rosa Xochiac – Xochiac que significa lugar de flores‑, este nombre se tomó en honor a Santa Rosa de Lima.

            No se tienen antecedentes concretos sobre la fundación de Santa Rosa, sin embargo “lo que sí se sabe es que la fundación de Santa Rosa Xochiac, se dio como resultado de un desprendimiento del vecino poblado de San Bartolo Ameyalco. Esta fraternidad entre ambos poblados se reconoce en diversos documentos, como el que consta del 25 de septiembre de 1758, en donde es Escribano Real y de Cabildo don Ignacio de Godoy”.[2] Otro dato sobre la fundación de Santa Rosa menciona que los pobladores provenían San Bartolo que a su vez llegaron de Azcapotzalco, quienes venían a estas tierras para pescar y cazar. Al ver la belleza del lugar decidieron asentarse ahí, primero lo hicieron en lo que hoy es San Bartolo Ameyalco, después poblaron Santa Rosa Xochiac. “En 1704 el corregidor de la villa de Coyoacán, don Andrés Tovar, expide un nombramiento por el cual don Santiago Galicia, ‘que es indio y cacique municipal’. Nombrando alguacil mayor de la parcialidad de Cuahutenco y, demás, como es sujeto de San Bartolo, le concede al pueblo de Santa Rosa la licencia para poder construir una iglesia, en donde se pondría un alguacil mayor y un alcalde ordinario con sus regidores y alguaciles mayores”[3]. Esto parece ser el evento central para los pobladores; con la construcción de su iglesia se colocó la imagen de la Virgen María, donde la localidad adoptó el nombre de Santa María Cuahutenco. En ese mismo año se da la separación oficial entre los pueblos de Santa Rosa y San Bartolo, siendo la calle, que hoy se conoce como Las Granjas el límite geográfico.

            Las familias de Santa Rosa se dedicaban a la agricultura, los principales productos eran el maíz, fríjol y habas, otra actividad también era el pastoreo de ganado. Para completar el ingreso económico los hombres se dedicaban al corte de madera de los bosques en la parte alta, para llegar a estos lugares se trasladaban entre los montes a pie. Cuenta el señor Juan Suaréz, vecino del lugar, que en el año de 1930 el “pueblo se conformaba por gente que vendía leña y tierra negra. Su medio de transporte y de carga eran los burros donde colocaban los costales de tierra y la vendían en Mixcoac, San Pedro de los Pinos, por la colonia del Valle o por el panteón francés. Cuando se vendía bien, se deba a 20 centavos el ciento de leña y cuando no era buena la venta se dejaba en 16 centavos, se amarraban los bultos de 400 u 800 palitos, de regreso al hogar se pasaba a comprar fríjol, azúcar, sardinas y piloncillo”.

            Para la década de los 70s algunos jóvenes ingresaron a la universidad, contando para esa época con 18 profesores de primaria, 5 de secundaria, 3 contadores púbicos, 2 ingenieros civiles y 1 licenciado en economía, 1 de derecho, 1 ingeniero agrónomo, 1 ingeniero mecánico electricista y 1 físico matemático. También algunas familias compraron más tierras al hacendado Luís Vásquez Vásquez para la siembra en general y de magueyes que servía para la producción del pulque que se vendía a los obreros de San Ángel.

            En cuanto a la organización interna, existen las siguientes autoridades: el comisario ejidal que encabeza el comité directivo y vela por los intereses de los 27 ejidatarios, una comisión de bienes comunales que tiene un presidente, secretario, tesorero que supervisa y vigila la propiedad comunal, un comité vecinal y un comité encargado de la organización religiosa.

            En lo que refiere a la organización religiosa, el poblado celebra a lo largo del año fiestas familiares pero también comunitarias en donde la donación de cuotas es esencial. Las personas de la comunidad que van aportando de manera económica o voluntaria van ganándose el derecho a poder solicitar ayuda cuando la necesiten por ejemplo cuando hay un familiar fallecido, éste tendrá derecho a ser enterrado en la comunidad siempre y cuando haya participado con sus contribuciones, hecho que se demuestra con los recibos que se han juntado durante años y con el apoyo de la comunidad que lo reconoce como miembro activo.

 

II. Día de muertos en Santa Rosa Xochiac: Primera cera

En Santa Rosa Xochiac se le conoce como la primera cera. Los preparativos inician a partir del 31 de octubre cuando las familias realizan el altar para sus fallecidos. En el período de noviembre de 2011 a octubre del 2012, en el poblado hubieron 48 muertos a quienes se les llevó su primer cera o veladora. El Sr. Felipe J. Hernández Flores realiza año con año una lista para las visitas y con ello planea su recorrido en el poblado. En cada altar se colocan las pertenencias o utensilios de trabajo del fallecido, sus fotos, alimentos preferidos, entre ellos panes, frutas y también se realizan caminos con flor de cempasúchil para que no se pierdan de regreso a la casa.

            Cuando una persona llega a ofrecer su cera se coloca frente al altar, se persigna y después prende la vela. La familia en agradecimiento ofrece algún alimento, lo hay desde el sándwich hasta las elaboradas carnitas de cerdo, mole etc, esto varía de acuerdo a las posibilidades de cada familia. Pero también los fallecidos que llevan algunos años más, se les visita aunque esta disminuye porque hay que ir a los de la primera cera. Conforme avanza la noche se puede ver en las veredas, caminos y avenidas del poblado, gente visitando a todos aquellos que durante el año han partido de este mundo.

            Dentro de los altares hay historias, por ejemplo se colocan las fotos de los anteriores muertos junto al reciente, también en algunos hogares se pone quién era la persona recién fallecida, por ejemplo el del Sr. Roberto, “Don Mochilas” que era un señor conocido en el pueblo por sus deliciosas carnitas al estilo Michoacán. Pero ¿quién era este señor?, entonces se lee que:

“De Tarimoro llegó un día, dejando su tierra que tanto quería. Ya con críos venía, en el espinazo los traía; la Jitomata, el Pelón y la Jetona y cargando a “Carmen” de la mano traía.

Al tanque primero y otras crías vinieron; Juana, Nacha y la negra también al mundo trajeron, cómo olvidar a Samuel y a Leo, ya en el ojo de agua, no la dejaba ni orear,  y al Moco y a la Chata volvieron a encargar.

Están de zanganos! Decía, cuando en la fábrica venía y caldo en la fonda ya        quería, pa su caldo su carne traía y sus mocosos sus bigotes se lamían.

Que sazón tenía y que ricas carnitas hacía, ni se diga el pulque, porque todos querían. De aquí para allá con su cazo iba, también las milpas recorría… sembrando y cosechando costumbres y familia.

[…] esta noche vendrá y juntos nos verá , un manjar encontrará y a Carmen dirá: Ya llegué Carmen, no seas tija, traime a toda la familia, que ya estoy como yo quería”

            En este breve escrito podemos ver algunos elementos sobre las migraciones que vive la ciudad de México desde hace tiempo. Don Mochilas provenía de un pueblo de Michoacán, y trabajó en las fábricas, posiblemente lo hizo en Loreto y peña Pobre, en San Ángel.

            En la última parte, donde se nos habla de que es así como él quería estar, es asumir a la muerte en un estado familiar, alejado de esta muerte donde todo lo extermina, en palabras del Dr. Ramiro Gómez “Es otra cosmovisión, donde las realidades de este y el otro mundo parecen resumirse en este único mundo con potencialidades diferentes (las almas pueden cosas que los vivos no). Definitivamente es una concepción del cosmos donde los ámbitos de lo divino, la naturaleza, los humanos –vivos y muertos- interactúan en un constante intercambio de bienes y relaciones a imagen y semejanza de las redes de solidaridad y organización social que viven estos grupos culturales”[4].

            Para proseguir con la celebración del día de muertos, al día siguiente se asiste al panteón para enflorarlo, desde temprano se llega con flores, algunos otros llevan mariachis mientras limpian el lugar. El panteón de Santa Rosa no tiene espacios familiares privados, sino que los muertos se van colocando uno junto al otro sin importar si es hombre o mujer, sólo existe distinción para los niños que tienen un lugar especial. Entonces al momento de morir, se tienen que enseñar todos los recibos que por años se han ido guardando para demostrar a los diversos comités que la persona estuvo apoyando al pueblo, ya sea en festividades o en faenas, de no cumplir con esto los familiares tendrán que buscar otro sitio para el difunto. Quienes más se quejan son los “avecindados” que es la gente no “originaria” del lugar y se ha tenido que acoplar a las costumbres de Santa Rosa, otros sin embargo opinan que es justo ya que quien coopera tiene derecho a recibir la ayuda del pueblo.

            Hasta este día se puede continuar con las visitas de la primera cera a algunas de las casas que hicieron falta, pero ya son pocas y de preferencia se hace por la mañana. Una vez terminado el 2 de noviembre se comienza con el registro de los fallecidos del poblado, todos aquellos que del 3 de noviembre al 30 de octubre fallezcan recibirán su primera cera y se les hará gran algarabía en su regreso, pero si alguien quiere visitar a los difuntos de las ceras más antiguas, será bienvenido porque no importa cuántos años atrás haya partido, en Santa Rosa Xochiac las ceras son el vinculo para la unión entre los vivos y los muertos.

 

 

A manera de conclusión

La celebración del día de muertos en Mesoamérica “funciona en la práctica sobre un juego de memorias cruzadas. La cesación de la memoria significa la relación de la cesación de la relación: [por lo tanto] el olvido rompe el vínculo entre los dos mundos” [5]. Respecto a la esta cita de Signorini, señalamos que para Santa Rosa Xochiac olvidar a sus muertos significa romper con su memoria colectiva. Así como el Sr. Hernández Romo que año con año realiza su lista, en donde recrea quién era el fallecido, una maestra, un carnicero, un alumno de la universidad, un empleado de la delegación, un jardinero, entre muchas más actividades, al reconocer quién es el fallecido se le vincula a la familia de donde procede y sí éste es “conocido o no”, ya que como menciona el Sr. Hernández Romo, “los que nunca participan en el pueblo no se sabe ni donde viven”.

            Esta primera cera es el elemento que une al poblado, a lo largo del día se preparan los familiares que recibirán las visitas y los visitantes con anticipación compran las veladoras que ofrecerán a las familias y al difunto en el altar.

            Estos lazos de reciprocidad se hacen ver cuando en algunos hogares la cantidad de gente es impresionante y las velas se agolpan. Una persona con muchas ceras es alguien que ayudó al pueblo, que tuvo amigos, quien se mantuvo dentro de las relaciones sociales que la comunidad realiza ya sea en celebraciones de tipo familiar o en las fiestas del pueblo, como lo son las fiestas mayores: el 24 de diciembre cuando la comunidad baja árboles de sus montes ejidales o en el de la santa patrona que es el 30 de agosto.

            La bienvenida a los muertos “se convierten en expresiones de reverencia colectiva hacia todos los muertos, no sólo los propios, y en consecuencia implícitamente contribuyen a sostener el orden moral en que la sociedad confía”[6]. De tal manera que Santa Rosa Xochiac, como muchos otros pueblos de la cuenca de México, participan de la vida citadina y al mismo tiempo siguen entretejiendo una lógica cultural que le permite continuar con sus relaciones de reciprocidad entre el espacio de los vivos y los muertos.

Bibliografía

Gobierno del Distrito Federal, Secretaria de desarrollo urbano y vivienda. Ciudad de México. Propuesta de modificación de límites entre las delegaciones Cuajimalpa de Morelos y Álvaro Obregón en la sección que corresponde a los poblados rurales de Santa Rosa Xochiac y San Mateo Tlaltenango. México, 1999.

 

Gómez Arzapalo Dorantes, Ramiro, ¡Vida, no te mueras! La muerte en México a través de su artesanía festiva, Edisa, 2012.

 

Hernández Castillo, Juan Carlos, Equipamiento urbano: proyecto centro de salud en Santa Rosa Xochiac, Delegación Álvaro Obregón, Facultad de Arquitectura, UNAM, México, 1992.

 

Rivera Garza y Suárez et al, Fiestas tradicionales y organización comunitaria en Santa Rosa Xochiac. Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) Proyecto 83/1997, México, 1998.

 

Signorini, Italo, El regreso de los difuntos en el mundo indígena mesoamericano contemporáneo, en Baez Cubero L y Rodríguez Lazcano C (coord.), Morir para vivir en Mesoamérica, Consejo veracruzano de Arte Popular, INAH, 2008, México.  

 

 

 

 



[1] Rivera Garza y Suárez et al, Fiestas tradicionales y organización comunitaria en Santa Rosa Xochiac. Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) Proyecto 83/1997, México, 1998, P.3
 
[2] Gobierno del Distrito Federal, Secretaria de desarrollo urbano y vivienda. Ciudad de México. Propuesta de modificación de límites entre las delegaciones Cuajimalpa de Morelos y Álvaro Obregón en la sección que corresponde a los poblados rurales de Santa Rosa Xochiac y San Mateo Tlaltenango. México, 1999, p.27.
 
[3] Hernández Castillo, Juan Carlos, Equipamiento urbano: proyecto centro de salud en Santa Rosa Xochiac, Delegación Álvaro Obregón, Facultad de Arquitectura, UNAM, México, 1992, p.42.
 
[4] Gómez Arzapalo Dorantes, Ramiro, ¡Vida, no te mueras! La muerte en México a través de su artesanía festiva, Edisa, 2012.p. 53.
 
[5] Signorini, Italo, El regreso de los difuntos en el mundo indígena mesoamericano contemporáneo, p.252, en Baez Cubero L y Rodríguez Lazcano C (coord.), Morir para vivir en Mesoamérica, Consejo veracruzano de Arte Popular, INAH, 2008, México.  
 
[6] Ibid.,p.249.