sábado, 2 de febrero de 2013

PONENCIA DE LA DRA. ALICIA MARÍA JUÁREZ BECERRIL. Mesa La Muerte en contextos culturales americanos de ascendencia indígena con una mirada antropológica



Universidad Intercontinental
REFLEXIONES INTERDISCIPLINARES EN TORNO A LA MUERTE
Enero 2013
Mesa: La muerte en contextos culturales americanos de ascendencia indígena con una mirada antropológica



“LOS MUERTOS Y OTROS ENTES DIVINOS POPULARES EN LA METEOROLOGÍA INDÍGENA DE CICLO AGRÍCOLA”


Dra. Alicia María Juárez Becerril (IIH, UNAM)


Introducción

Un aspecto fundamental a considerar en el tema de los graniceros, especialistas meteorológicos dedicados a controlar el temporal en las comunidades campesinas de tradición mesoamericana, es la interacción que mantienen con las entidades sagradas. En este sentido, son estas entidades las que mantienen vínculos en los planos de la cotidianidad, nivel en donde las propias comunidades las han ubicado para recibir un apoyo de la realidad material, en donde la salud, la prosperidad econónmica, el temporal y la cosecha, entre otros aspectos, son las necesidades primordiales a cubrir (cfr. Gómez Arzapalo, 2012).
Los graniceros o tiemperos, les han otorgado diferentes nombres, dotados de cualidades mágico-religiosas, entre éstos ubicamos a los dueños, los señores, los ahuaques, las potencias, las divinidades de la naturaleza, los niñitos, los santos, e incluso encontramos a los muertos. Hablar de cada uno de ellos, sin duda, nos llevaría un estudio prolongado, pues todos ellos nos remiten a interpretaciones complejas que dependen de una lógica regional, basada al mismo tiempo en una cosmovisión particular, en donde se toma en cuenta el ciclo agrícola así como la manifestación que imprimen en el paisaje. Para los fines de esta exposición nos abocamos exclusivamente al tema de los muertos, partiendo de una concepción integral y holística que permite cierta flexibilidad de ver y acercarse a la muerte, es decir, atendemos a una concepción cultural que emana de las particularidades de los pueblos campesinos de tradición mesoamericana.


Los muertos y la lluvia

Partiré de la interrogante ¿qué relación tienen los muertos con la meteorología indígena? Entendemos a la meteorología indígena como la percepción de los fenómenos meteorológicos que va más allá de un entendimiento natural, se trata de un complejo dotado de significados que se sustentan en creencias, saberes y conocimientos relacionados con los elementos atmosféricos. Por lo tanto, estamos hablando de una teoría local sobre el clima, en donde el fundamento principal es la conciencia que los pueblos tienen de su ambiente y entorno natural que se manifiesta en la vida ritual y acción comunitaria.
Una de las claves estructurales que comprende el análisis de la meteorología indígena, son las entidades sagradas. Éstas junto con la realización de rituales de petición de lluvias, la colocación de ofrendas, la vinculación íntima con el paisaje –en especial con cerros y volcanes-, y demás prácticas estrategas de reinterpretación simbólica dentro de un plano cosmovisional, posibilitan materialmente la vida ritual de los especialistas meteorológicos (cfr. Juárez Becerril, s.f.). 
Los muertos como parte de las entidades sagradas, serán los seres que también controlan el orden del mundo y al mismo tiempo participan en las actividades sociales de las comunidades, en especial dentro del ciclo agrícola, cumpliendo funciones específicas primordiales, tales como mandar la lluvia –sin exceso-, mover la nube y controlar el granizo. De esta forma, estamos hablando de una noción de reciprocidad, semejante a la que existe entre las relaciones sociales al interior del pueblo (cfr. Gómez Arzapalo, 2012), en donde las entidades sagradas, entre ellas los muertos, se les da -muchas veces mediante la colocación de ofrendas-, pero también se les pide, lo que crea obligaciones y participación dentro de la comunidad. Se trata de una visión horizontal en donde las entidades son partícipes de los acontecimientos públicos de las comunidades y se alejan de una concepción cristiana de divinidad, sino que el fervor y el compromiso para con ellos, no asume endeudamientos, sino coerción y obligaciones.
Los muertos, desde esta concepción, trabajan al igual que las personas vivas, sólo que ellos laboran en dos lugares: aquí entre los vivos y también en el lugar “donde andan”, espacio en donde interactúan con los diversos elementos de la naturaleza, tales como el viento, los manantiales, las nubes, los cerros, la tierra y la semilla. Asimismo se coordinan con otras entidades sagradas como “los Santos”, los “Dueños”, los “Señores”, los “Ahuaques”, las “Potencias”, las “Divinidades de la naturaleza” y los “Niñitos o angelitos” (cfr. Juárez Becerril, s.f.), todas ellas coadyuvan a resolver los problemas cotidianos que viven las comunidades.
Centrándonos específicamente en la participación de los muertos dentro del ciclo agrícola, que empieza el 3 de mayo y concluye precisamente en la víspera de muertos -2 de noviembre-, se dice que éstos son los propiciadores, puesto que traen directamente el viento y las nubes cargadas de agua (cfr. Good, 2004). En comunidades del Alto Balsas Guerrero, Catharine Good señala que la comunidad “acude a los muertos con ofrendas cuando escasea la lluvia y las milpas están en una etapa de crecimiento crítico para la cosecha. En Ameyaltepec, los cantores o rezanderos se reúnen cuando perciben que las milpas están en peligro y deciden entre ellos que es necesario pedir la ayuda de las almas, [entonces] avisan a las autoridades del pueblo, la hermandad y los oficiales de la iglesia y [todos juntos] sugieren qué comidas deberán preparase. Las almas que recibieron ofrendas de su gente hablarán a las otras almas para reunirlas a todas y escuchar las peticiones de sus propios familiares y los cantores del pueblo. En las oraciones los vivos explican que no ha llovido y que sus milpas están sufriendo por falta de agua…” (2004: 160).
Estas “almitas” se conciben como “ligeras y veloces”, lo cual las hace movibles y que se encuentren en todas partes, sin embargo, dependen de los vivos, ya que “como carecen de cuerpos y no pueden cultivar ni preparar sus propios alimentos, para comer dependen de su ‘gente’” (Good, 2004: 159). Los Muertos reciben los alimentos en las ofrendas, los cuales varían según la fecha, pero tienen la característica de que se trata, en su mayoría, de alimentos de la milpa: por ejemplo, las ofrendas dedicadas para pedir la lluvia (generalmente en mayo) llevan izquitl, se trata de un atole de maíz tostado en comal y molido en seco con piloncillo y canela. El día de San Miguel (29 de septiembre) las ofrendas consisten en los productos de la milpa: elotes, calabaza, chile, sandía, melón y cempasúchil. El 31 de octubre ó el 1 y 2 de noviembre, el alimento principal nuevamente es el izquitl, además de las gallinas preparadas en mole (cfr. Good, 2004a; 2004b). De todos los alimentos ofrendados, los Muertos se nutren de los olores y sabores de las comidas, sin embargo en las ofrendas llaman la atención las ollas y chiquihuites para que los muertos depositen ahí su comida y “se la puedan llevar” (Good, 2004b: 313).
Por su parte, Daniele Dehouve, nos explica que los muertos en la región tlapaneca de Guerrero, forman parte de un grupo de divinidades denominados “Potencias” (conformado también por santos y elementos de la naturaleza). Los muertos son denominados también “almas” ó “animas”, y están presentes en todas partes, desde la iglesia hasta las cumbres de los cerros: “se considera que los muertos se desplazan erráticamente de un lugar a otro con el riesgo de provocar ventarrones, por tanto, es necesario apaciguarlos con ofrendas” (2007: 49).
En Texcoco, Estado de México, la mayoría de los Ahuaques, entidades divinas que traen la lluvia, están compuestos por seres muertos, de hecho el autor David Lorente nos señala que “los ahuaques se concebían en primer lugar, como el conjunto de espíritus de individuos muertos” (2006: 89). Entre la clasificación de los muertos se encuentran: 1) Los niños recién nacidos, en especial los niños sin bautizar, en donde su espíritu reside en los manantiales; 2) Las personas que morían por una descarga, a los cuales era retirado el espíritu y eran trasladados al manantial; 3) Los que habían sido graniceros en vida y una vez que han fallecido, serán trabajadores desde “allá arriba”. Todos ellos se encargarán de proveer el agua y el sustento alimenticio para las comunidades.
De esta clasificación partiremos para puntualizar que en el tema de los muertos hay dos aspectos importantes que tomar en cuenta: a) lo que implica que la gente que muera de rayo; y b) la estrecha relación de los difuntos con los niños y los aires. Estos aspectos por lo general son indivisibles y deben entenderse bajo una perspectiva integral y creativa que responden a los fenómenos sincréticos que elaboran los diversos grupos sociales.



Los muertos de rayo: ¿una muerte rayada?

De entre todos los muertos que pudieran participar dentro del ciclo agrícola, los muertos acaecidos por el rayo merecen mención especial, ya que el rayo es la señal divina que reciben los especialistas meteorológicos para iniciarse como los mediadores entre la comunidad y las entidades sagradas. Si los especialistas meteorológicos llegan a sobrevivir por la acción directa del rayo, contarán con gran prestigio debido a se les atribuyen mayores poderes sobrenaturales Sin embargo, si llegan a morir se cree que trabajarán por y para el temporal o en su defecto, sus almas se transformaban en niebla y nubes (Fábregas, 1969).
Al respecto Dominique Chemin en su interesante artículo “Rituales relacionados con la venida de las lluvias…” (1980) en la región pame de San Luis Potosí, habla de unos personajes denominados chikl”, hombres encargados de tener contacto con las divinidades de agua, especialistas en el manejo del trueno. El “chikl”, se caracteriza por ser una persona “limpia”, sólo así se convertirá en trueno el día de su muerte, en donde ayudará a cargar a las nubes de agua y proteger de la mala lluvia a su comunidad.
En este sentido, Pedro Carrasco nos señala acertadamente que los muertos son los servidores de los dioses, se trata de las almas de los hombres que mueren de una manera particular y esto los señala como trabajadores de la divinidad en cuestión. En las sociedad mexica, los muertos que fallecían ahogados, matados por un rayo, o por enfermedades de lepra, o la hidropesía, se creía que eran circunstancias ocasionadas por los dioses del agua y de la lluvia (1976: 239, 249).
De esta manera, los especialistas meteorológicos tienen un origen y destino en donde su ciclo de vida y muerte tiene sentido, ya que en la tierra se comunican con los espíritus del tiempo –divinidades-, mismos en que se convertirán a la hora de su muerte y colaborarán con el temporal desde el interior de los umbrales de la tierra, en donde se ubican los templos y altares de la montañas.


De niños, aires y muertos

Otro aspecto a considerar son las “víctimas” de las entidades sagradas que se convertirán en muertos para trabajar en el temporal.
En el Estado de México, William Madsen señala la creencia de duendecitos, pequeños seres de la lluvia, que viven en las colinas y montañas en donde se encargan de producir dicho líquido, el cual está contenido en un barril. Según las creencias, existen también barriles de granizo, nubes, truenos y heladas, y es la culebra de agua, la que les indica a dichos seres cual barril abrir. Como ellos producen las tormentas de agua, abren primero el barril de las nubes, posteriormente el de los truenos y relámpagos, para finalizar con el barril de la lluvia (1969: 131). Cuando estos pequeños seres necesitan gente que colabore con ellos para producir la lluvia, matan a las personas buenas con un rayo, ahogamiento o un caso fatal de enfermedad de aire. Los que mueren a manos de estos duendecitos, se van a las cuevas como sirvientes y viven una especie de paraíso -tlalocan- (p.180). Sin embargo, los humanos que son expulsados porque no sirven como trabajadores, son enviados nuevamente a la tierra, en donde tienen favores por el resto de su vida, en especial, la lluvia que cae en sus campos.
Por su parte, en Jalcomulco, Veracruz, Adelina Suzan (2004) apunta que estos mismos niñitos juguetones, viven en las cuevas, los cerros y las fuentes de agua, en donde pierden a la gente, especialmente a los niños, y pueden causar su muerte. Es por eso que “los niños de Xico saben que son peligrosos, que los pueden subir a los árboles o perder, por eso es riesgoso andar en el monte. Se habla de una pérdida física y en ocasiones en una pérdida espiritual, que se relaciona con el susto, en este caso el individuo, generalmente niños, pierden el ritmo del pulso” (Suzan, 2008: 157).
En la misma región de Xico, Veracruz, son los aires los que se encuentran asociados a los tlamatinime –otro de los múltiples nombres que reciben las entidades sagradas-; éstos habitan los “Encantos” –espacios verdes llenos de riquezas naturales así como económicas y que se consideran atemporales- y están conformados por “los niños no bautizados, niños que no alcanzaron el crisma y ahora andan volando atrás de las nubes y hacen ruido cuando hay relámpagos. Los ubican atrás de las nubes, son los truenos y aires que generan la lluvia. También aparecen cuando hay neblina, aspecto muy común en Xico” (Suzan, 2008: 156).
Para el Estado de México, en la región de Texcoco, recordemos que David Lorente (2006) señala que algunos de los ahuaques están conformados por los espíritus humanos de niños sin bautizar: éstos tienen forma de niños rubios y morenos, vestidos de charros y chinas poblanas. Por otro lado, el autor menciona que a los ahuaques también se les llama “ahuaquicoconetl” (niños del agua), en este sentido, se puede hacer una comparación con el rol de los hijos, los cuales colaboran en las tareas del hogar y adquieren un compromiso para con sus padres (p.101). Se trata de nuevamente, de un “trabajo” específico que éstos desempeñan en un aspecto social funcional, en donde les “corresponde” distribuir la lluvia necesaria y suficiente, siempre y cuando la otra parte -los hombres en el mundo terrenal-, cumplan con su acometido.
David Robichoux (2008) registra que para la región de Tlaxcala, en la comunidad Acxotla del Monte, los niñitos que se mueren antes de ser bautizados, así como los abortos, son denominados “limbitos” (limbotzitzi), éstos son enterrados en un cementerio aparte, debido a que atraen el rayo.[1]
Igualmente, Catharine Good (2004) para la región de Guerrero, nos habla que los niños muertos van a un lugar especial y tienen poderes para atraer la lluvia, esto se debe a que están “limpios de pecado”, pues nunca probaron el maíz. En Ameyaltepec, comunidad trabajada por la autora (2001), los niños que mueren muy pequeños se van al cielo, y “como son muy ligeros, suben muy alto y traen la lluvia para la estación húmeda”. Asimismo, los niños adquieren un papel destacado en Citlala, durante las festividades de la Santa Cruz, en las cuales son los primeros en recibir la comida ritual (cfr. Broda, 2001).
Hasta este punto, vale la pena hacernos el cuestionamiento del ¿por qué los muertos tienen una relación tan estrecha con los humanos?. Para Good, se debe a un pensamiento nahua de origen milenario, sustentado en la idea de que “nosotros comemos la tierra y la tierra nos come a nosotros” (2004: 166), aludiendo a la deuda que nosotros tenemos que pagar para con la tierra por los mantenimientos –alimentos- recibidos en nuestra vida. Es por ello que los niños muertos que no probaron alimento alguno, están hasta cierto punto libres de un compromiso con la tierra, aunque como parte de las complejas las redes sociales que traspasan lo terrenal, colaborarán con el temporal.
Por otro lado, parece significativo que existe una vinculación entre la triada “aires-niños-duendes”[2] y los muertos, ya que en varios de los ejemplos anteriores, los muertos son personificados como aires –por su ligereza y volatilidad-, y éstos a su vez, se humanizan en su esencia original: los infantes –muchas veces relacionados con los duendes- cuando deambulan por los poblados. En las concepciones locales, se trata de seres pequeñitos, que gustan de golosinas, juguetes y colores llamativos, son traviesos y de carácter inquieto, con un temperamento infantil. Ellos se roban el aroma de los alimentos y la fragancia de las cosas y las esencias de los colores.
No queremos complejizar más el problema si señalamos que los aires también pueden ser vistos como entidades sagradas, cerrando el círculo junto con los muertos. Para Gómez Arzapalo, todos ellas de manera creativa, se lograron integrar en la cosmovisión de las comunidades campesinas, “pero no por sustitución, sino por un proceso selectivo y de refuncionalización acorde a sus necesidades, dando por resultado una vivencia religiosa muy peculiar, diferente en sus presupuestos y sus fines” (2007: 25-26).


Reflexiones Finales

Los muertos, de acuerdo con el pensamiento religioso de las comunidades de tradición mesoamericana, tienen una función específica dentro de la actividad agraria. Es por eso que la palabra “muertos” para designarlos, constituye una concepción compleja de entender, pues en realidad “se vive” y “se trabaja” siempre desde otra dimensión, vistos así como entes divinos populares, en activa relación con los humanos. De esta forma los muertos están más vivos que nunca, pertenecen a la sociedad y todos juntos trabajan por el éxito del ciclo agrícola. Se trata de una relación recíproca e indisoluble que amalgama al mundo de los vivos con el de los muertos, en donde los objetivos principales radican en crear vínculos entre los habitantes, fortalecer los lazos sociales y asegurar, mediante las prácticas rituales tradicionales, la continuidad de la reproducción de la cultura.



Bibliografía

Broda, Johanna

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Carrasco, Pedro

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Chemin, Dominique

1980 “Rituales relacionados con la venida de la lluvia, la cosecha y las manifestaciones atmosféricas y telúricas maléficas en la región Pame de Santa María Acapulco, Sal Luís Potosí”, en Anales de Antropología, Tomo II, vol. XVII, México, pp. 67-97.

Dehouve, Daniele

2007 La ofrenda sacrificial entre los tlapanecos de Guerrero, Plaza y Valdés, México, pp. 325.

Fábregas, Andrés

1969 El nahualismo y su expresión en la Región de Chalco-Amecameca, Tesis de Maestría en Ciencias Antropológicas, ENAH, México. 

Gómez Arzapalo, Ramiro

2007 Imágenes de santos en los pueblos de la región de Chalma. Mudos predicadores de otra historia. Tesis de Doctorado en Historia y Etnohistoria, ENAH, México.

2012 Los santos indígenas: entes divinos populares bajo sospecha oficial, Editorial Académica Española, Madrid.

Good, Catharine

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2004a “Trabajando juntos. Los vivos, los muertos, la tierra y el maíz” en Johanna Broda y Catharine Good (coord.), Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas, INAH, UNAM, México, pp. 153-176.

2004b “Ofrendar, alimentar y nutrir: los usos de la comida en la vida ritual nahua”, en Johanna Broda y Catharine Good (coords.), Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas, INAH, UNAM, México, pp. 307-320.

Juárez Becerril, Alicia

2010 Los aires y la lluvia. Ofrendas en San Andrés de la Cal, Morelos, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, México.

2012 “De santos y divinidades de la naturaleza. La interacción de los especialistas meteorológicos con las entidades sagradas” en Los divinos entre los humanos: imágenes de santos en contextos culturales de ascendencia indígena, Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes (coord.), Editorial Edisai, México.

s.f. “Claves estructurales para el estudio de los especialistas rituales” en Aportaciones teóricas interdisciplinares en el análisis de fenómenos religiosos populares en América Latina (Ramiro Gómez Arzapalo y Alicia Juárez, coords.), Editorial Edisai, Universidad Intercontinental, México (en prensa).

Lorente Fernández, David

2006 La razzia cósmica: una concepción nahua sobre el clima (El complejo ahuaques-tesíftero en la Sierra de Texcoco, México), Tesis de Maestría en Antropología Social, Universidad Iberoamericana, México.

Madsen, William

1969 The Virgins Children. Life in an Aztec village today, Greenwood Press Publishers, New York.

Robichaux, David

2008 “Lluvia, granizo y rayos: especialistas meteorológicos y la cosmovisión mesoamericana en la región de la Malinche, Tlaxcala” en Anamária Lammel, Marina Goloubinoff y Esther Katz (eds.) Aires y lluvias: Antropología del clima en México, Publicaciones de la Casa Chata, CIESAS, México, pp. 395-432.

Suzan, Adelina

2004 Los seres sobrenaturales en el paisaje ritual de Jalcomulco, Veracruz, Tesis de Maestría en Historia y Etnohistoria, ENAH, México. 

2008 Paisaje y ritualidad en Xicochimalco, Ver. Un municipio en el bosque de niebla, Tesis de Doctorado en Historia y Etnohistoria, ENAH, México. 







[1] Este término está relacionado con el Limbo. Según el Catolicismo es un lugar temporal o intermedio a donde van las almas de las buenas personas que han muerto antes de la Resurrección. Llama la atención que en abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por Joseph Ratzinger hasta su elección como papa Benedicto XVI, publicó un documento teológico, que subraya que la existencia del limbo no es una verdad dogmática. En este sentido, la interpretación que dan las comunidades a sus creencias, va más allá de las opiniones y mandatos de la religión oficial, acuñando el término de religiosidad popular.


[2] Tema que requiere un análisis específico (cfr. Juárez Becerril, 2010).